Aquella sería una larga historia. Historia de muerte y de desgracias. Historia de silencio cuyos secretos todas debían callar: abuelas, madres e hijas. Hermanas, cuñadas, sobrinas. Incluso los escasos hombres honestos que se acercaron a ellos. Secretos lacerantes, humillantes. Aún sangrantes y dolorosos.
Secretos de mujeres humilladas, vidas desmembradas, privadas de sus hijos, de su dignidad, de la visión de uno de sus ojos, según el albedrío de sus dueños. Mujeres que hacían callar a sus hijas, para que sus dolores no se multiplicaran; que soportaban la ausencia de sus nietos a cambio de saberlos vivos aunque desgraciados en algún lejano lugar.
Historia de hombres ciegos, mudos, que ignoran la caricia tanto como la mirada. Hombres cuya ira puede desembocar en la muerte de la víctima de la que más dependen: para sus rabias, para su fuerza, para su semen, para su ira desbocada.
Aquella sería una larga historia. Y seguirá siéndolo. A no ser que entre todos rompamos el silencio...
YOZ
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